Oneida aprendió de niña la tradición afrocolombiana de cantar a los muertos para acompañarlos en su viaje al purgatorio. La guerra la llevó a componer, retomando las melodías de los cantos fúnebres para narrar lo que su gente estaba padeciendo. Hoy, sus cantos son el clamor de paz de una región impactada por una de las guerras más extensas del mundo.